Abro los ojos, hoy hace sol. Unos instantes hasta que se me posa encima esta niebla gris, ya familiar. Tiene el peso de una piedra. «Ah, sí», recuerdo que hoy es sábado Y estamos confinados por una pandemia mundial.
Me viene a la mente «Cita con Rama», la novela de ciencia ficción de Arthur C. Clarke que tanto le gustaba a mi madre. Pienso en recuperar el libro Y ponerlo en la pila de lecturas pendientes.
Repaso mentalmente lo que tengo que hacer esta mañana. Debería salir a comprar. Pienso en la logística: lista, ruta, bolsas. ¿Tendrán guantes en el super? ¿Puedo hacer el pedido on line? ¿Alguien me llamará la atención si no llevo mascarilla? Cualquier decisión, movimiento y gestión, por pequeña que sea, se complica estos días. Decido no ponerme pendientes, dicen que el virus se pega al metal.
Café y me conecto. Leo parcialmente noticias y algunos artículos de opinión, salto de post a noticia y de red en red. Scroll compulsivo. Lo dejo al cabo de un rato, intento seguir una dieta informativa. Consulto los mensajes de whatsapp y comparto lo que encuentro interesante. Nada ha cambiado desde ayer.
Neoliberalismo, cambio climático, teorías conspirativas, globalización, el porqué de la estupidez humana, ACAB, sistema educativo, teletrabajo, tonterías mr.wonderful, recortes de los servicios públicos, tecnología de la vigilancia, nueva conciencia, fronteras, fake news, movimientos solidarios, doctrina del shock, big data y otros conceptos se mezclan sin orden ni concierto. Quiero comprender todo pero sé poco. ¿Hay demasiadas preguntas o demasiado respuestas?
Vuelvo a casa triste. Cualquier detalle me provoca emociones fuertes. Buenas y malas. ¿Debería limpiar los envases antes de colocar la compra en la cocina? De momento puedo ir pagando comida y facturas, pero me pregunto hasta cuándo. Tendré que cerrar el negocio? Se me hace un nudo. «Ya pensaré, ahora no puedo hacer nada…»
Mis hijos tienen escuela on line. ESO y Bachillerato. Cada uno va a su ritmo, aguantando como mejor pueden. Me siento culpable porque le doy una importancia justita en la parte académica. Me preocupa más su estabilidad emocional. ¿Por qué no se potencia ahora esta dimensión pedagógica Y dejan de enfocarlo como si fuera una prueba de resistencia? Otras familias siempre parecen estar al día en todas las materias y no tener ningún problema. ¿Seré mala madre?
Comemos. Hemos hecho croquetas, han salido buenísimas. Tenemos suficiente tiempo para dedicar a la cocina.
A menudo los pensamientos huyen más allá de mi entorno más cercano. Pienso en la globalidad de la situación, en cómo lo afrontan los diferentes países y las diferentes culturas. En cómo se ha puesto manifiestamente Y a exposición pública las debilidades sociales de todo el mundo. En el desequilibrio ecológico del planeta Y en el tráfico de personas y animales. Pangolín. En la industria y la deforestación. En esta supuesta normalidad de un orden global cogido con pinzas.
Me pregunto por qué tantas personas confían en que esté mismo status quo que nos ha llevado hasta aquí, tenga ahora alguna capacidad de organizar y proteger utilizando estos mismos mecanismos Y estructuras que han fallado. La Psicología social le llama Teoría de la justificación del sistema.
Vuelvo al contexto más cercano, donde veo un reflejo de todo esto, que nos da la medida del mundo en el que vivimos. Afortunadamente también tenemos en primer plano el surgimiento orgánico de grupos, que en acto de responsabilidad individual se auto-organizan en movimientos comunitarios I de cooperación, de iniciativas sociales donde no pertenecen ni los estados ni las instituciones.
Tengo largas conversaciones con amigos Y familia. Todas preocupadas y en choque. Sus reflexiones, su mirada y su proximidad me reconforta.
Hace rato, mucho antes de la pandemia, que hablamos que la normalidad alienada en la que vivíamos no se sostiene. Siento con certeza que las personas que trascienden y no se desentienden de su mundo interno y que asumen su responsabilidad tanto individual como colectiva son los que pueden hacer una revolución para hacer un mundo mejor.
Se multiplican las recomendaciones y las publicaciones relacionadas con la salud mental. La venta de autoestima se dispara. Que si mindfulness, que si apagar las noticias, que si todo irá bien. Calma, control, respira. Comunica. Distráete. Tienes que ser positivo. Todo irá bien…
Pienso que esta positividad forzada es uno de optimismo cruel. Que la causa del malestar no es un trastorno y una debilidad individual sino que tiene principalmente una causa social y que es la reacción más sana y normal en estos momentos de gran incertidumbre.
Me parece de una gran perversión que, por ejemplo, existan programas institucionales de apoyo emocional a profesionales autónomos, ya que se considera población en riesgo de sufrir malestar por las consecuencias de esta crisis. ¿No sería más saludable y más honesto cancelar excepcionalmente la cuota de autónomo? ¿Se debe culpabilizar de su propio malestar a las personas víctimas de un sistema de mierda?
Leo algunos comentarios en redes. Hay muchas personas con alma de policía: abuchean desde el balcón y desde las redes. Ignorantes controladores de la moral que vigilan a sus vecinos. Esto me da miedo. Recortes de libertad a cambio de una aparente seguridad. Estado policial. Desconecto.
Oscurece, ha pasado el día volando. El tiempo toma otra dimensión. Fuera ha llovido toda la tarde. Estoy agotada. Siento una gran responsabilidad hacia el futuro. El mio, el de mi familia y amigos, el de mi contexto inmediato I el de la humanidad.
Hoy toca cena fácil: pizza y elegir una película «que nos guste a los tres».
Mañana será otro día