Estos días no paramos de ver noticias y discusiones sobre la posibilidad de que, «por un bien común», en breve quizá tengamos algún sistema de localización y registro de contactos que se implante como posible solución para poder volver a tener una vida más «normal».
Y claro, es inevitable intentar reducirlo a la más absurda de las dicotomías: ¿Quieres salvar vidas o prefieres tus derechos y libertades?
Pero cuando el miedo aprieta, que no nos falte sentido crítico. Y es que quizá la cuestión no sea sobre buenos y malos, sino sobre credibilidad y transparencia.
Las grandes tecnológicas, que durante años han abusado de nuestra privacidad, a todo gas, por el bien de sus negocios, no tienen credibilidad. El estamento político, tras años de erosión, lleva semanas confundiéndonos en su exposición de los datos y la justificación de sus medidas. Ellos tampoco tienen credibilidad (y no es una cuestión de colores).
Pero entonces, sin credibilidad, ¿Cómo salimos de ésta? Quizá además de poner el foco en la defensa de la privacidad, también haya que ponerlo en la transparencia. ¿Contradictorio? Sí, o no. Si nos tienen que localizar, traquear y registrar, asegurémonos de que no haya abuso posible. Pero asegurémonos también de que haya una forma de controlar al que nos controla, y de que rinda cuentas si se equivoca o abusa de su posición.
Datos encriptados, anonimizados, locales, y sin utilizar la nube… ¿Se puede proteger nuestra privacidad a la vez que nos aseguramos de poder auditar a quien utilice nuestros datos?
«La cordura no depende de las estadísticas.», 1984, George Orwell